GONZALO NO TE
PREOCUPES, OCÚPATE.
Le sucede a
algunos columnistas de diversos sectores políticos que razonan y escriben en
función del otro que no piensa igual. No exponen las ideas propias sino
levemente con frases comunes o slogans, y no se limitan a la mera discrepancia
de ideas, sino que plantean su propio discurso público y de presencia en
sociedad en razón del contrario. Un ejemplo de ello es Gonzalo Rojas Sánchez, cuyo discurso perdería toda sustancia
sin la izquierda y el Partido Comunista que lo mantienen permanentemente
ocupado. Y le sucede lo mismo que le
ocurre a los del lado opuesto: se autoescucha, se habla a sí mismo y, por tanto, a convencidos igual que él. No
expone las ideas propias, o sólo las insinúa, sin fundamentarlas.
Y es habitual –
si no inevitable- en esta clase de discursos, denostar, burlarse o desacreditar
al otro por las ideas que sostiene. Casi por necesidad, en algunos casos de
manera burda o en otras solapadas, se cae en el argumento ad-hominem, ése que
no ataca las ideas sino a las personas. Por lo mismo, en su columna Rojas
Sánchez no hace sino burlarse de Salazar por alentar a la juventud contra la
institucionalidad y de Vallejos por confiar en el viejo Partido Comunista.
Pareciera no ser casual que un discurso de esta clase sólo exalte emociones, mas
no razones.
Omitió Rojas
Sánchez decirnos por qué para él la
institucionalidad es un fin en sí mismo y no un medio, que es la médula de su
crítica a Salazar. No se sustenta sin ese supuesto básico. Pero el mismo Rojas
Sánchez ha manifestado en otras ocasiones, que hay coyunturas históricas que justifican
modificar la institucionalidad, e incluso estima legítimo desobedecerla. Entonces, para Rojas
Sánchez la institucionalidad se
convierte en un fin sin sustancia, para el solo efecto de desacreditar al historiador.
No las ideas de Salazar. A Salazar. Porque si la institucionalidad se puede cambiar o incluso desobedecer, entonces su crítica cae sobre sí mismo.
Lo mismo le ocurre
con Vallejos y la vejez del Partido Comunista. Suponemos que oyó y entendió lo
que dijo Salazar de Vallejos, que no es lo que en su columna dice que dijo, por
cierto. Pero es irrelevante. Lo medular de la crítica de Rojas Sánchez a
Vallejos es el cuestionamiento a la vejez, a lo antiguo, representado para los efectos de su discurso por el Partido Comunista. Y desde esa perspectiva,
se contradice con su propia visión de la
sociedad y de lo humano, a menos que él mismo considere la eterna juventud como
la panacea a todos los males sociales. Peor aún, es contradictorio con la
crítica a Salazar, que supone -dentro del razonamiento de Rojas Sánchez- la
negación de lo joven y la exaltación de lo antiguo o viejo.
Y finalmente,
luego de esta suma de contradicciones y negaciones, Rojas Sánchez opina que a
la izquierda le interesa el propio dinamismo revolucionario. Lo mismo puede
predicarse de la derecha eternamente en disputas internas. O de los partidos
políticos. De la sociedad completa. O sea, su conclusión es la nada de la cosa ninguna.
La mejor
crítica que se puede hacer a ideas equivocadas o contradictorias, es fundamentar bien las propias, y las contradicciones de las ajenas. Entonces sólo nos queda sugerirle: Gonzalo, no te preocupes,
ocúpate.