domingo, 24 de junio de 2012


GONZALO NO TE PREOCUPES, OCÚPATE.

Le sucede a algunos columnistas de diversos sectores políticos que razonan y escriben en función del otro que no piensa igual. No exponen las ideas propias sino levemente con frases comunes o slogans, y no se limitan a la mera discrepancia de ideas, sino que plantean su propio discurso público y de presencia en sociedad en razón del contrario. Un ejemplo de ello es Gonzalo Rojas  Sánchez, cuyo discurso perdería toda sustancia sin la izquierda y el Partido Comunista que lo mantienen permanentemente ocupado.  Y le sucede lo mismo que le ocurre a los del lado opuesto: se autoescucha, se habla a sí mismo  y, por tanto, a convencidos igual que él. No expone las ideas propias, o sólo las insinúa, sin fundamentarlas.
Y es habitual – si no inevitable- en esta clase de discursos, denostar, burlarse o desacreditar al otro por las ideas que sostiene. Casi por necesidad, en algunos casos de manera burda o en otras solapadas, se cae en el argumento ad-hominem, ése que no ataca las ideas sino a las personas. Por lo mismo, en su columna Rojas Sánchez no hace sino burlarse de Salazar por alentar a la juventud contra la institucionalidad y de Vallejos por confiar en el viejo Partido Comunista. Pareciera no ser casual que un discurso de esta clase sólo exalte emociones, mas no razones.
Omitió Rojas Sánchez decirnos por qué para él  la institucionalidad es un fin en sí mismo y no un medio, que es la médula de su crítica a Salazar. No se sustenta sin ese supuesto básico. Pero el mismo Rojas Sánchez ha manifestado en otras ocasiones, que hay coyunturas históricas que justifican modificar la institucionalidad, e incluso estima  legítimo desobedecerla. Entonces, para Rojas Sánchez  la institucionalidad se convierte en un fin sin sustancia, para el solo efecto de desacreditar al historiador. No las ideas de Salazar. A Salazar. Porque si la institucionalidad se puede cambiar o incluso desobedecer, entonces su crítica cae sobre sí mismo.
Lo mismo le ocurre con Vallejos y la vejez del Partido Comunista. Suponemos que oyó y entendió lo que dijo Salazar de Vallejos, que no es lo que en su columna dice que dijo, por cierto. Pero es irrelevante. Lo medular de la crítica de Rojas Sánchez a Vallejos es el cuestionamiento a la vejez, a lo antiguo, representado para los efectos de su discurso por el Partido Comunista. Y desde esa perspectiva,  se contradice con su propia visión de la sociedad y de lo humano, a menos que él mismo considere la eterna juventud como la panacea a todos los males sociales. Peor aún, es contradictorio con la crítica a Salazar, que supone -dentro del razonamiento de Rojas Sánchez- la negación de lo joven y la exaltación de lo antiguo o viejo.
Y finalmente, luego de esta suma de contradicciones y negaciones, Rojas Sánchez opina que a la izquierda le interesa el propio dinamismo revolucionario. Lo mismo puede predicarse de la derecha eternamente en disputas internas. O de los partidos políticos. De la sociedad completa. O sea, su conclusión es la nada de la cosa ninguna.
La mejor crítica que se puede hacer a ideas equivocadas o contradictorias, es fundamentar bien las propias, y las contradicciones de las ajenas. Entonces sólo nos queda sugerirle: Gonzalo, no te preocupes, ocúpate.